“Al conversar con quienes fueron jóvenes en los 70/80, muchos recuerdan, como hecho sintomático, que las fiestas y diversas formas de entretención eran privadas o clandestinas, es decir, debían realizarse en una casa, con la música lo más baja posible y tenían que terminar media hora antes del toque de queda. Se carreteaba hasta las 11:30 ó 12:30, dependiendo del permiso que otorgara un autoritario padre que decía lo que se podía o no se podía, hacer. Si se salía después de aquella hora, se arriesgaba terminar en la comisaría del barrio. Si los celebrantes decidían alargar la jarana, debía hacerse fiestas de toque a toque, clandestinas como todo acto sedicioso. No pocas veces el festejo era intervenido por las fuerzas de orden que, mandadas por el autoritario padre, llevaban a los participantes a la comisaría del barrio”. El texto corresponde al escritor Francisco Zañartu y nos devela las claves de las fiestas de fin de año.

La imagen es del artista plástico y muralista Alejandro “Mono” González.
“Al conversar con quienes fueron jóvenes en los 70/80, muchos recuerdan, como hecho sintomático, que las fiestas y diversas formas de entretención eran privadas o clandestinas, es decir, debían realizarse en una casa, con la música lo más baja posible y tenían que terminar media hora antes del toque de queda. Se carreteaba hasta las 11:30 ó 12:30, dependiendo del permiso que otorgara un autoritario padre que decía lo que se podía o no se podía, hacer. Si se salía después de aquella hora, se arriesgaba terminar en la comisaría del barrio. Si los celebrantes decidían alargar la jarana, debía hacerse fiestas de toque a toque, clandestinas como todo acto sedicioso. No pocas veces el festejo era intervenido por las fuerzas de orden que, mandadas por el autoritario padre, llevaban a los participantes a la comisaría del barrio”. El texto corresponde al escritor Francisco Zañartu y nos devela las claves de las fiestas de fin de año.

Vamos subiendo la cuesta/Que arriba mi calle/Se vistió de fiesta.
Hoy el noble y el villano/El prohombre y el gusano
Bailan y se dan la mano/Sin importarles la facha.
Joan Manuel Serrat. 

“Que nadie sepa que estoy entretenido.”
 La recreación era un acto individual y nadie debe enterarse que el vecino, aunque sea un par de horas, estaba contento. Hay que aclarar que quienes llevaban presos los alegres participantes a la comisaría, lo hacían por su bien. Toda represión se realiza para el bienestar del reprimido.En una época de sospecha había que desconfiar de todo, también del entretenimiento.En esos años, algunas poblaciones celebraban la Navidad cerrando los pasajes, juntando la comida de los vecinos y viendo como los niños jugaban con la clásica pelota de fútbol o la muñeca de trapo. Una pobladora del sector Santa Rosa y Américo Vespucio recuerda: “Todo iba bien hasta que llegaban los Carabineros y había que darle un buen plato de comida y un par de vasos de vino para que dejaran de molestar”
Un amigo en su camino.
Han pasado los años y hoy existe otro padre autoritario: la delincuencia y el narcotráfico. Estos tienen a los pobladores sin atreverse a salir. Los niños no quieren arriesgarse a jugar a la plaza. “Los volados, de puro maldadosos, nos roban los juguetes y los rompen”, alegan unos niños en La Pintana. Estos chicos reconocen a sus tíos o hermanos entre los “volados maldadosos”En este contexto, se hace urgente recuperar el espacio público como un lugar de fiesta.Al detenerse y observar a los jóvenes notamos que estos, desde las marchas del 2011, han usado el espacio público y el carnaval como una forma de protesta, saltando el torniquete, coloreando estatuas, re-significando el lenguaje. En las manifestaciones del estallido social han participado el Hombre Araña, los mapuches, el Viejo Pascuero, los aymaras y todos los etcéteras que, como dice Serrat, “…colgaron de un cordel/de esquina a esquina un cartel/y banderas de papel/lilas, rojas y amarillas…”A fin de los 90, y comienzos del 2000, un grupo de profesionales, encabezados por la arquitecta Pelagia Rodríguez, formó el Colectivo “Santiago Amable”. Este grupo realizó  una serie de intervenciones en lugares como la Avenida La Paz y Matucana. Ahí se construyeron alfombras de flores, livings comunitarios y mosaicos en los que participaron los vecinos. Cuenta uno de sus integrantes que: “no era raro ver a algunas dueñas de casa que, camino a las compras, ponía un par de lozas en los mosaicos y continuaban su viaje. A veces disputaban el lugar con los jóvenes que salían del colegio”  La experiencia de los “livings comunitarios” hizo que un caballero, de más de 65 años,  cantara a su esposa los tangos con los que la había enamorado hacía 50 años. La esposa lloró, los vecinos se emocionaron y en silencio escucharon: “Volver, con la frente marchita/las pieles del tiempo latearon mí sien”. Luego, un par de actrices se transformaron en cuenta-cuentos infantiles para los sub-12.
La calle entró al living y el living salió a la calle.
El espacio público proporciona un sentido comunidad que mejora la vida de los vecinos. Cuán importante es saber que la señora de la esquina hace bastas y el caballero del frente arregla los calefón. Las policías de diversas ciudades han concluido que la mejor norma de seguridad urbana es la conectividad entre los vecinos.La fiesta en la vía pública permite relacionarse comunitariamente, lo importante no es lo que cada individuo produce, sino las formas en que estos se conectan, establecen comunidad. En una sociedad donde el individualismo lleva a actuar diariamente auto-céntricamente a millones de seres humanos, se torna urgente instalar una mirada comunitaria, horizontal. En la calle convive  el joven hiphopero con el setentón que canta tangos.La idea de abrir la puerta de la casa, transformarla en un lugar público es lo que necesitamos conquistar en la reforma cultural que se avecina.Más allá de cualquier sugerencia, la participación de la calle en la fiesta es algo que se debe tener en cuenta cuando Chile, más allá – o más acá – de una Constitución, se apresta a un cambio,Hoy el noble y el villano/el prohombre y el gusano/bailan y se dan la mano/sin importarles la facha.