“Sin duda, la inmensa humanidad que viaja a pie por los caminos requiere nuevas respuestas, democráticas e igualitarias, en todos los temas vitales para la vida, entre ellos, Educación. El modelo neoliberal implementó la LOCE, que cambió profunda y negativamente nuestra educación, y sus efectos de segregación y segmentación se observan hasta ahora, 40 años después”. El aserto es de la educadora Josefina Muñoz, quien nos ayuda a mirar críticamente la Educación Pública.

Hoy tenemos una estructura educacional pública (municipal o particular subvencionada), que entrega mala educación al 90% de los estudiantes, mientras la educación particular pagada atiende de mejor manera (tampoco óptima) al 9-10%: educación para pobres y para ricos.
 
Lo anterior es atribuible al modelo neoliberal, afianzado por la Constitución del 80, que ha hecho de la educación una empresa más, que se mide y evalúa con los mismos criterios de una empresa que produce harina de pescado. La extrema desigualdad de nuestra sociedad, junto a una economía fundamentalmente extractiva, que no requiere mano de obra calificada, hace innecesaria una buena educación para la mayoría: aún basta con firmar. Y recordemos que la mitad de quienes trabajan, reciben $300.000 o menos, y viven con esa suma, si pensamos que eso es vivir.
 
Algunas desigualdades
 
En la Colonia, sacerdotes y monjas educan a los niños -no a las niñas-, con énfasis en la doctrina cristiana y la memorización. Si bien hoy se ha avanzado mucho en la educación de las mujeres, persisten diferencias originadas en el género, las que se traducen en menor presencia de mujeres en determinados campos profesionales y diferencias salariales en iguales cargos, entre otras.
 
En 1917 el educador Darío Salas publica “El problema nacional”, en el que describe la realidad educativa del país: alto porcentaje de analfabetismo; nula relación entre escuelas fiscales y particulares, y de las primarias (donde estudiaban los más pobres, que sabían que no podrían llegar al Liceo) con las preparatorias entre sí y con las humanidades.
Destaca con lucidez la desconexión total de los diferentes niveles y espacios educativos entre sí, fenómeno que persiste hoy, ya que parvularia, básica, media y educación superior, son niveles que se ignoran mutuamente, lo que tiene efectos negativos sobre el tránsito de uno a otro nivel, pero también en la formación de educadores y docentes que se desempeñarán en ellos.
 
Por otra parte, en el siglo pasado directores, visitadores, profesores, NO matriculaban a sus hijos en la escuela primaria, sino en las preparatorias: trabajaban en el servicio público, pero NO creían en la educación pública. Y lo mismo se piensa hoy respecto a los establecimientos públicos, a pesar de que diferentes estudios muestran que, a igual nivel socioeconómico, los establecimientos municipales tienen mejores resultados.
 
En el tema de la educación rural, una de las grandes desigualdades, especialmente con las reformas de M. Montt, se daban en las zonas rurales, porque no tenían la densidad de habitantes requeridas (2000, aglomerados), lo que imposibilitaba la presencia de escuelas. El tema del bajo número de estudiantes en las escuelas rurales, ha hecho cerrar escuelas necesarias, sin considerar las dificultades de traslado a otras más lejanas por condiciones de transporte, caminos y características geográficas.
 
En 1965 la reforma de E. Frei Montalva extendió a 8 los años de educación básica obligatoria. Hasta hoy es un tema pendiente, porque los docentes de educación media son reticentes a trabajar en 7° y 8°, y los de básica no tienen la formación necesaria. La ley que define 6 años de básica y 6 de media se postergó nuevamente desde 2018 a 2027.
Frente a una situación en que efectivamente se puede decir que la cobertura educativa es de un 100% en educación básica y media, hay serios problemas de calidad, y no hay un correlato positivo entre cantidad y calidad. Más de 3 millones de chilenos no ha terminado educación básica; 1,7 millones no ha terminado educación media. Tenemos preocupantes cifras de deserción previas a la pandemia y agudizadas por esta. Si observamos el nivel de alfabetización, es de un 96%, pero un gran número de adultos son analfabetos funcionales, lo que les dificulta entender instrucciones laborales, manuales explicativos, textos más complejos.
 
Finalmente, Chile está entre los países en los cuales el efecto del contexto socioeconómico incide fuertemente sobre los resultados de aprendizaje de los alumnos. Esto permite sostener la hipótesis de que los establecimientos que obtienen buenos resultados educativos en Chile lo logran por el alto nivel socioeconómico de sus alumnos, y no por los procesos escolares. Esta realidad debería generar un gran movimiento con la participación de la comunidad educativa y del país, de manera de revertir una situación que se relaciona con grandes desigualdades (sociales, económicas, culturales, laborales, de salud y vivienda), que hacen ver la educación con menosprecio y con la convicción de que no los ayudará a mejorar, porque su vida cotidiana les muestra que no lo ha hecho.