La mirada amplia de lo que está pasando en el país es una necesidad en tiempos que corren. El profesor Hernán Ramírez pone su ojo crítico en la política electoralista que se ha apoderado de los partidos y de la elite. El habla desde la “oligarquización” y la “espectacularización” de la política partidaria.

A propósito del estado del arte de los partidos políticos del Chile de estos últimos meses, es notable como éstos deciden relegar a un segundo plano las elecciones del 11 de abril, léase de constituyentes, gobernadores, alcaldes y concejales, y poner todo el acento e interés en un inédito proceso de precandidaturas presidenciales, con dos características que algunos denominan patológicas: de “oligarquización” y de “espectacularización” de la política.
De la primera, se puede observar la intención de “reducir la pluralidad interna” como un rasgo propio de oligarquización dejando de manifiesto “una tendencia hacia procesos deliberativos concentrados en la decisión de grupos cada vez más reducidos”. Practica longeva que goza de buena salud y se resiste a desaparecer.
De la segunda, la espectacularización de los procesos internos de elecciones o designaciones de precandidaturas presidenciables, se traduce en que éstos “se transforman en insumos” para los medios de comunicación y redes sociales, “más que en una instancia democrática de deliberación interna”. Modo espectáculo donde la pirotecnia y las puestas en escenas consumen la mayor energía en desmedro de los contenidos, de los proyectos de país, y de programas políticos de gobierno inexistentes.
Constatación que explicaría de alguna manera porque se mantiene en la opinión pública la unánime desconfianza en la clase política y en los partidos políticos en particular. En consecuencia, se puede afirmar que las dirigencias partidarias o no saben o no quieren enmendar o modificar la forma de hacer “política representativa” de una manera realmente efectiva.
Es decir, los políticos profesionales aún no apuntan con sus prácticas y objetivos en los asuntos de verdadera importancia para la población. Por ejemplo, el flagelo de los miserables sueldos, en los empleos formales, de más del cincuenta por ciento de las trabajadoras y de los trabajadores del país, que no superan el umbral de los trescientos mil pesos mensuales.
Este tema crítico e impostergable, de impacto directo en las condiciones de vida de las familias de los asalariados, no aparece en el umbral de las prioridades de la agenda de los partidos políticos.
Constatación que debemos tener presente para entender la progresiva tensión política, social, económica, cultural, y ahora, sanitaria entre la élite nacional y la inmensa mayoría que no participa de ella.  Justo ahí, en esa brecha, la clase política y sus respectivos partidos no hacen su trabajo.
Pero revisemos en que están los partidos en estos días a propósito de precandidaturas: por Unidad Constituyentes, se confirman dos mujeres, Ximena Rincón (DC) y Paula Narváez (PS), Heraldo Muñoz (PPD) Carlos Maldonado (PR); pendientes los partidos progresistas y ciudadanos (el PRO con una eventual “resucitación” de Marco Enríquez) y la plataforma Nuevo trato donde convergen Los liberales del diputado Vlado Mirosevic (delfín del ex ministro y ex senador Fernando Flores) y sus pares Alejandro Bernales y los RD Natalia Castillo y Pablo Vidal.…De esta prolifera enjundia, todo indica que la candidatura presidencial de la ex Concertación y de la ex Nueva Mayoría, (sin el PC), tendrá nombre de mujer.
De la izquierda, en Chile Digno, tenemos a Daniel Jadue (PC), Jaime Mulet (FRSV); pendiente el candidato del Frente Amplio. Y por un carril separado Pamela Jiles (PH); pendientes eventuales candidaturas del Partido Unión Patriótica y del Partido Igualdad. Si hay primarias en este sector marcan preferencias en las tendencias el candidato del PC y la candidata de los Humanistas.
En Chile Vamos el panorama es inusual y generoso. Hay más candidatos que partidos: Joaquín Lavín y Evelyn Matthei (UDI), Mario Desbordes (RN PRI), Sebastián Sichel (con apoyo del poder político fáctico conservador empresarial), Ignacio Briones (Evopoli), y por una cuerda aparte José Antonio Kast (Republicanos)
Qué tienen en común estas precandidaturas en general: ninguna de ellas se pronuncia con responsabilidad política acerca de una franja de sueldos y salarios dignos para la clase trabajadora vulnerable de Chile.
Cuál es entonces la esperanza que esto cambie. Si somos optimistas y trabajamos por ello, la hay a mediano plazo como uno de los productos del proceso constituyente y de la capacidad efectiva de las ciento cincuenta y cinco voluntades que elegiremos el 11 de abril a la Convención Constituyente. Ahí, en la deliberación nacional, debemos institucionalizar el capítulo de los sueldos y salarios de los chilenos y chilenas.
Y hay que hacerlo a través de dos maneras vinculantes: una, con un cambio del sistema político y de la ley de los partidos políticos donde se exprese de manera inequívoca las reglas de funcionamiento que regulen prácticas como soberanía, representación y mandato, para terminar con la “oligarquización” y la “espectacularización” de la política partidaria.
Y la otra, con carácter de imperativo categórico, instalando una franja de sueldos y salarios éticos a partir de los quinientos mil pesos mensuales, tanto en el sector público como privado.
Tarea que confiamos a la Convención Constituyente con la interacción responsable de los constituyentes, especialmente con los que votaron por el apruebo; desde los jóvenes sub-treinta que aportan la inteligencia y el necesario e insobornable sentido de cambios y de justicia social, hasta los sub-ochenta, adultos que aportan el expediente de la historia y todo lo pendiente de los partidos políticos de nuestro país.
No hay otra salida para las oligarquías de la política espectáculo. Esta vez va en serio la cosa, de una vez por todas hay que hacer experiencia el discurso.
 
1 de febrero en el año 21 del siglo XXI.