Un laberinto con domicilio en la duda filosófica es la invitación que hace el dramaturgo, escritor y actor Gregory Cohen en su artículo. Interroga al lector y a él mismo. Es como dar de nuevo la Prueba de Aptitud Académica y no saber qué puntaje se va a obtener. Probablemente, muchos queden repitiendo curso. Y los que pasen, guarden silencio cómplice. Inevitablemente, hay que leerlo.

Somos adictos a la codicia. En potencia o en acto. Pero no conviene llamarla así, no es presentable. Hoy la llamamos neoliberalismo. Un empresario, una alcaldesa, un militar, una abogada, un peatón, un futbolista, una you- tuber neoliberal, todos pueden ser odiados o amados, pero sin duda tienen status, poseen una forma de ser tratados, son un galvano en movimiento. Un codicioso, no.
Un violador a los derechos humanos posee cierto status. Un torturador no.
Un femicida posee un cierto status, un asesino de mujeres no.
Una persona en situación de calle posee un cierto status, un vagabundo no.
El lenguaje nos mueve. Y cuando no nos movemos… también nos mueve.
Hemos vivido toda una vida con una Constitución Política impuesta.
Espléndido ejemplo de Lenguaje Impuesto.
Y el término neo-liberalismo es uno de los tantos sub-productos que este Lenguaje necesita imponer. ¿Por qué? porque el neo-liberalismo aún posee un cuerpo adolescente. Y posee un status como tal… y para lograr su consolidación necesita que su enemigo, el odio al neoliberal, también se consolide y logre una fusión. Si lo logra, si se logra imponer el término “anti-neoliberalismo”, como lenguaje, como referente, entonces el neoliberal puede adquirir un prestigio definitivo y tapar para siempre el germen de la codicia, trascenderlo y ahí está el peligro.
Urge pues desnudar el cuerpo. No basta atacarlo. Pues atacarlo es legitimarlo. Ser anti-neoliberal se convierte en un distractor. Codicia es el nombre.
Es el nombre porque la codicia incomoda el alma humana y solo el incómodo tiende a rebelarse. Ella se encuentra íntimamente relacionada con la Avaricia, uno de los 7 pecados capitales y como tal es mencionado en La Biblia. Y para todo lo que aparece ahí, ninguna memoria se vuelve ajena… aun borrado de la memoria prevalece y remece… más allá de la conciencia.
Efectivamente, La Biblia no es un ensayo de filosofía, aunque la espira a cada momento. La Avaricia-Codicia, como pecado, implica fluidos, lubricación, latidos, rabia, ansiedades, emociones, afectos, desafectos… en fin pasiones humanas.
Y La Biblia es un compendio de pasiones humanas. Altas y bajas.
En otras palabras, cuando se quita el disfraz al neoliberal y queda al desnudo la palabra codicia, toda la inconmensurable carga bíblica de culpa y expiación, cae sobre nuestras cabezas como la ola de un milenario tsunami.
Y entonces no se puede evitar un espasmo y la expresión: “pero claro… ¡cómo no!”.
Y cómo no, si la habilidad de generar cuerpos teóricos y doctrinas, para cubrir pecados o virtudes, no es nuevo en la historia del ser humano. Para bien o para mal.
Diríase es una de sus principales entretenciones.
Parte de esa entretención es buscar el lado bueno a las cosas. Sobar el costado sabroso del lomo. Y claro, se es codicioso a bienes materiales y también inmateriales. Codicia de solidaridad, de sabiduría, de hacer el bien común.
Como sea, estamos hablando de excesos. Así, poco a poco comenzamos a ver una relación maravillosamente promiscua entre los pecados, las virtudes, los excesos… y las adicciones.
¿Cuál será la causa de esta “matriz canónica”?
Un arquitecto apuntará al “partido general”.
Un biólogo celular dirá “acuérdense de las enzimas”. Sí, claro, también, una enzima que falta o que sobra en el organismo puede ser causante o coadyuvante de adicciones o excesos.
Enzimas más o enzimas menos, el presidente es un adicto. Adicto a la codicia. Es un dato duro. Nada de interpretaciones. Ha sido elegido dos veces. Dato durísimo. ¿Elegido por adictos? Algunos de los participantes de la Revuelta de octubre en las calles, ejecutivos jóvenes, confesaban haber votado por él, porque realmente pensaban que personas como ellas, podrían tener oportunidades de elevar su condición social. En el fondo confiaban en él, sabiendo sus antecedentes. Pero eso era secundario. No importaba el método. Importaba que le había ido bien. Había logrado el éxito. Y eso implicaba esfuerzo, perseverancia una y otra vez, una y otra vez: la codicia disfrazada de neoliberalismo había accedido al prestigio y hasta al respeto.
Hasta que no pudieron más con la auto-estafa.
La historia de la humanidad ha estado plagada de adictos. Y como veíamos también hay adicción de las buenas, las que despiertan, las que remecen.
No hay ámbitos que se escapen de las adicciones.
Tal vez la más joven es aquella relacionada con el mundo virtual: el cinéfilo, el adicto al celular, a la pantalla, redes sociales, adicción a los videos juegos o trastorno del juego, etc.
Durante la Revuelta se enfrentaron, entre otras, dos adicciones. La dominante, la adicción comisaria, la codicia institucional. Y otra adicción, la liberadora, la dignificadora, la significadora, la re- significadora. Aquella, tildada de indiferente, de “no estar ni ahí”, inmóvil, que sintió caer en sus cabezas esa ola tsunámica milenaria (bastante más de 30 años), y volcó su adicción hacia un acto de conciencia vital, caminante y virtualizó su realidad… en la calle.
Y aparecieron esos muros hablando y moviéndose, resquebrajando cientos de capas, cubiertas de gritos que volvían a escucharse. Aparecieron aquellos láseres verdes apuntando la miseria, reivindicando las agallas, encandilando e iluminando a la vez. Aparecieron la poesía en neones, las llamas, el humo, las sirenas, el video juego con guardias de seguridad outsourcing con sus visores buscando carne humana, lanzando balines y amputando.
Y los drones, actualización del Profeta que espera respuestas apuntando esta vez su atención hacia abajo y no hacia arriba.
El juego virtual había pantallizado las calles, y con él había vuelto la verdadera dimensión de la realidad, la humillación estandarizada, la memoria de las osamentas, vísceras y olores.
¡Qué paradoja! ¡Lo virtual revivificando la realidad!
Tal como Quijote y Sancho que no olvidaron su génesis de carne y hueso, cuando ingresaron al Libro… y fiel a sus orígenes, continuaron entrando y saliendo de él, porque para defender a los desvalidos necesitaban nutrirse y mirarse una y otra vez en el espejo resquebrajado. El espejo real. El espejo de la cuneta, de la acequia.
Y el juego no se detendrá porque la codicia solo soporta mirarse en un espejo que viene con el reflejo hecho. Porque el viejo lenguaje constitucional querrá seguir imponiéndose. Y porque la necrofilia de la centro-derecha política no entiende que los zombis come sesos ya no convocan… salvo los de los cineastas Dan O’Bannon y George Romero.
El Juego recién comienza.
No por nada Roblox se define como una plataforma global que une a las personas a través del juego.
Y ya hay muchos que están desbordando la pantalla.