“El eufemismo impera en nuestro país y cuando alguien rompe esta regla tácita -sobre todo cuando conlleva una crítica al gobierno (no trata de esto un régimen democrático, poder hablar con entera libertad sobre un gobierno, porque si no, ¿para qué?) comienzan a rasgarse vestiduras, normalmente lujosas”. El filo de la palabra es de Benigno Fury. No hay sinónimo que reemplace su corte.
El eufemismo impera en nuestro país y cuando alguien rompe esta regla tácita -sobre todo cuando conlleva una crítica al gobierno (no trata de esto un régimen democrático, poder hablar con entera libertad sobre un gobierno, porque si no, ¿para qué?) comienzan a rasgarse vestiduras, normalmente lujosas.
Esto ha ocurrido con las recientes declaraciones de Izkia Siches, presidenta del Colegio Médico. Los defensores, entre ellos conocidos esbirros de la deteriorada autoridad (un decaimiento que es producto solo de sus errores y malas medidas) y otros siempre dispuestos a preservar el establishment, ha acusado a la doctora de romper la armonía del universo, o poco menos.
La verdad está en un sitio muy opuesto. La pandemia ha alcanzado niveles alarmantes, no alcanzados en el peor momento de la primera ola. La vacunación emprendida con sonoros bríos -quizás una de las escasas medidas efectivas que ha tomado el gobierno- no alcanzará a tener ningún efecto concreto. La tasa y la cantidad de contagiados crece de manera continua y -hasta ahora- irrefrenable. Lo peor es que las camas UCI se encuentran a un pelo de la saturación. Este es el espectro de la Parca cerniéndose sobre el país con su filosa guadaña.
El Colegio Médico ha sido, desde los inicios de la pandemia, una voz solidaria con la población, que ha puesto de relieve la necesidad de tomar medidas drásticas y tempranas, que hubieran mitigado sus terribles efectos. Varias veces sus consejos han tenido que aplicarse con atraso, pudiendo haberse evitado sufrimientos y pérdidas irreparables.
Entonces, ahora, el mundo al revés: el mayor problema son las declaraciones de la doctora Siches, no lo que está pasando. No el sufrimiento de los pobres (he ahí otro eufemismo, en Chile no hay “pobres”, sino que “vulnerables”) y las pauperizadas capas medias que pagan los mayores costos de la crisis económica subsecuente.
Tampoco se trata de la nula voluntad gubernamental para proveer ayuda en forma oportuna y eficaz a quienes más desesperadamente lo requieren (los antes mencionados y las pymes en primer lugar).
Los estentóreos defensores del orden por supuesto que omiten mencionar los nutridos batallones de policías armados hasta los dientes para custodiar el amurallado plinto del cual escapó el caballo con su general a cuestas. Un muro de acero horrible y nefasto cuya justificación y finalidad me resulta inescrutables. Este muro acerado es como el monstruito tonto en la lista de murallas detestables, como la de Berlín o la de Donald Trump. Sin duda pasará a la historia, junto con los nombres de sus impulsores.
De paso, hablamos de una policía que debiera cerrar su periodo para proceder a la fundación de una nueva institución efectiva en la lucha contra el crimen, moderna, garante de los derechos humanos. No se puede echar al olvido el multimillonario fraude que realizaron sus altos mandos, al igual que ocurrió en el Ejército. Pero de estos temas casi no se habla.
Enormes masas de policías desplazados para reprimir las manifestaciones populares en Plaza Italia. Como consecuencia, las poblaciones populares quedan desguarnecidas, ajenas a la protección policial. Así los delincuentes imperan. Seguramente es mucho más fácil arremeter contra civiles manifestándose, que enfrentar a los narcos en los territorios que gobiernan sin oposición. Ahí les tiemblan la pera y las piernas a los represores de uniforme.
Vergonzoso el silencio de los medios de comunicación dominantes, sobre todo la televisión y los consorcios de la comunicación. ¿Dónde residirá el irrenunciable mandato de hacer valer la libertad de expresión?
La crisis que vivimos es inconmensurable, oprobiosa, asfixiante, cruel, letal, destructiva. Y tiene responsables principales. El deteriorado, desorientado, extraviado gobierno es el primero, junto a su coalición de derecha. Otros responsables son los partidos políticos del centro y la izquierda que contribuyeron a generar el actual estado de cosas y poca energía aplican al objetivo mayor de lograr la unidad que permita lograr el necesario y radical cambio de nuestra Carta Magna.
Izkia Siches ha hablado en nombre del pueblo que no tiene voz. Voz de los sin voz. Ha hablado desde el agotamiento y la frustración de los trabajadores de la salud que han luchado en la primera línea, es decir, desde una legítima ira ante la falta de medios y apoyo real. Ellos son quienes nos recibirán cuando enfermemos de gravedad. Merecen respeto y reconocimiento, además de insumos e infraestructura apropiados.
Desde esa legítima ira ha hablado Izkia Siches. La de los trabajadores de la salud, la del pueblo golpeado por la crisis económica y la pandemia. Si alguien dice la verdad y la expresa con palabras duras, hay que agradecerle. Eso quiero hacer ahora: gracias Izkia Siches, por hablar en nombre de la verdad. Necesitamos muchas, muchos como tú para refundar este país.
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