El Bebedor de Toulouse-Lautrec.

Entre las historias de esta época pandémica, esta historia retrata la vida de los parroquianos que recorren los bares. El relato es del escritor y periodista Federico Gana.

Fue a principios del año pasado. Era el único cliente. Se me terminaba la piscola y sin duda el barman quería conversar. Entrar en confianza o quien sabe qué, con tal de que yo pidiera otra. Por eso dijo:

Usted siempre viene por acá.

Era la primera vez que yo iba a ese bar pero respondí:

Si usted lo dice, pero no me acuerdo.
¿Otra?
¿Tiene maní?
No.
¿Y galletitas?

Con el movimiento mecánico de todo barman, puso galletitas saladas, depositando un plato ínfimo en el mesón, con indiferencia algo estudiada. Puso, también, cara de frustración al no vender la “pichanga” preparada desde temprano. Era hora de cerrar y la mercadería debe salir o botarse.

Mañana al almuerzo hay fútbol, acá hay cable, recuerdo que insistió.
Trabajo mañana, le dije.
Tenemos colación, sopa y segundo, postre, pan, pebre y bebida o jugo.

Hablaba mecánicamente.

Traigo almuerzo de mi casa, contesté.
¿Otra?
La última. Y la cuenta.
Son cinco mil cerrados, las tres piscolas.

Cuando le pasé el billete fue a bajar la cortina, dejándola a medias para que yo saliera. Esperé, como lo hago siempre cuando falta algo.

Ya nos vamos, dijo.
Falta algo, dije yo.
¿El del estribo?
No, la boleta.
Es que le hice rebaja, porque me cayó bien.
Necesito la boleta, insistí.
Entonces son seis mil ochocientos, dijo.
Yo no pedí rebaja, respondí.
Así no podemos ser amigos, dijo.

Habló como para sí mismo mientras escribía en el talonario mecánicamente una cifra que nunca he entendido, aunque he calculado varias veces tratando de que calce.
Hasta que los cerraron todos por el virus, tomé piscolas en otros bares. Tampoco me daban boleta pero eran más simpáticos los barmen. Menos mecánicos. Cuando uno va a un bar, quiere calor humano.
Y que pueda ser pronto, uno tiene aguante pero no tanto. Es muy importante la amistad, aunque se dé por un rato. Depende del vaso lo que dure un hielo.