“Nada es igual después de un knock out”
Steve Landry.
Francisco Zañartu nos muestra los desafíos de este año. O más bien, el riesgo de la resignación, de quedar encerrados en el infierno mirándonos el corazón.

Decir que el 2021 es un año electoral, a estas alturas del partido, no es más que un lugar común. En los próximas semanas y meses, intentaremos elegir a quienes redactarán la Constitución, mandarán en los municipios, harán las leyes y a quien se instalará, por 4 años, en Morandé 80 a decidir, o a hacer como que decide, lo mejor para los habitantes de esta angosta faja de tierra.
 
La fotocopia feliz del edén.
 
La performance democrática está instalada. Candidatos y candiditos se muestran a diario y explican por qué ellos y sólo ellos, son los indicados para solucionar los problemas y advierten que si no los votamos estamos equivocados y/o somos manipulados por quienes detentan el poder. A pesar de lo anterior, hay algo que no se nos permitirá elegir, un lugar donde las cartas están echadas desde hace mucho tiempo, ese algo es el manejo nuestra subjetividad. ¿Qué se hace con nuestro día a día cuando termine esta pandemia, que supera con creces al COVID?
 
Nuestro espíritu se asemeja al paciente que siente dolor en la pierna que le han amputado.
 
A diario vivimos el drama de Gracin, personaje de “A puerta cerrada”, obra estrenada en 1944 por el dramaturgo y filósofo Jean Paul Sartre (1905 -1980), quien, encerrado en el infierno, interpela:
 
“Tú sabes lo que es el mal, la vergüenza, el miedo. Hubo días en que te viste hasta el corazón y eso te destrozaba brazos y piernas. Y al día siguiente ya no sabías que hacer ni que pensar, no llegabas ya a la revelación de la víspera” (1971 -115)
 
Desde hace un tiempo, desde un pasado indeterminado, anterior al COVID, al 18 de Octubre, y la Marcha de los Pingüinos, los chilenos hubieron de mirarse hasta el corazón y destruir sus brazos y piernas.
 
¿Qué fue lo que vieron?
 
Jaguares autistas preocupados por la cotidianeidad, participantes acusados por convivencia en el “reality show”  nacional o chilenos comunes y corrientes que sólo quieran ser un poco más felices. (¿Habrá algo menos común y corriente que un chileno común y corriente?) Es indiferente lo que hayan visto porque, al igual que el personaje sartriano, al día siguiente, no llegará “la revelación de la víspera”.
 
Nada raro en un país donde el olvido es un bien nacional de uso público.
 
No en vano los personajes de Sartre están en el infierno y han descubierto que el Hades consiste en compartir por la eternidad con ciertas personas, sin la posibilidad de parpadear.
 
¿Será necesario elegir, este año electoral, a las personas con las que debemos compartir el infierno? La verdad, cuesta poco hacer la lista. Los posibles candidatos aparecen a diario en las TV y la prensa. Hay de todo, cantantes, políticos, generales, reinas de belleza, arzobispos y futbolistas. También los hay cerca de nuestra casa y oficina. ¿El jefe, el vecino, la secretaria administrativa o el tipo que cobra los gastos comunes?
 
El problema es que esta elección es definitiva. Nadie se puede equivocar porque, a diferencia de las autoridades, el elegido dura por siempre.  No se renueva.
 
Existen riesgos. Uno es que nuestro cohabitante infernal, a fin de cuentas, nos parezca dije. Que caigamos en la costumbre nacional de encontrarle, a todo,  su lado bueno: “Es un ser detestable, pero no es tan, tan, tan desgraciado”. Otro riesgo es que seamos tentados a elegir al ex amigo que se quedó con nuestra pareja o que robó nuestra colección de pipas. Nadie niega que aquellos hechos sean contratiempos, pero no califican para mandar a sus autores a compartir nuestro infierno 
 
A pesar de todo, el mayor riesgo sigue siendo encontrarse consigo mismo, tener que compartir ad-aeternum con nosotros y enfrentar las contradicciones que acompañan nuestra existencia. Una frustración post-mortem. En caso que esto ocurra, debemos escuchar la voz de algún prócer republicano, curiosa mezcla de Andrés Bello y Francisco Bilbao, que diga: “Esos son los riesgos de la democracia”.
 
No olviden, estamos en un año electoral.