Fuente: elclarin.cl
Las crisis siempre vienen acompañadas de la irrupción de figuras singulares que logran un súbito reconocimiento. Benigno Fury nos recuerda que la frontera entre lo inusual y lo grotesco es tenue especialmente cuando el objetivo perseguido es el poder y la influencia personal.
El transitorio éxito de la “abuela” marca la gravedad de la profunda crisis de confianza en los partidos y dirigentes políticos, cuyos esfuerzos no les permiten trasponer el umbral de un nivel aceptable expresado en porcentaje de adherentes en las encuestas que hacen nata por estos días. A pesar de los notables y generosos (en dinero) esfuerzos de los candidatos, son muy pocos los que asoman la cabeza por encima del 3%.
Aplico el adjetivo “transitorio” en la convicción de quien confía (tal vez con cierta ingenuidad) en que, al fin de este concentrado proceso eleccionario, se imponga un mínimo de racionalidad y se reconozca que las virtudes de la “abuela” no pasan de ser el resultado de una puesta en escena oportunista, populista y farandulera. Creer en las promesas sin límite a sus nietitos supone creer en milagros que generen recursos infinitos que hagan manar leche y miel de los grifos en las esquinas.
La abuela no tiene remilgos y despliega sus declaraciones con la osadía que tanta falta les hace a los candidatos de la centroizquierda (como se autodenomina más bien una centroderecha que sirvió con eficacia a los deseos y poderes neoliberales) y de la atomizada izquierda que no logra unirse ni conectarse con las demandas de la ciudadanía. Qué decir del mandatario ridículo encerrado en su palacio de pacotilla.
Jiles ha sabido aprovechar bien el desprestigio de la clase política, el indecente servilismo de la mayoría de los medios de comunicación (que controlan los mismos dueños de todo, como sabemos). Despliega el capital acumulado en años de farándula televisiva superficial, alienada y servil del marketing (de eso jamás la hemos escuchado renegar, menos aún con la virulencia que merecería hacerlo desde su posición como feroz crítica outsider). Presume de su condición de luchadora en movimientos armados de resistencia a la dictadura, circunstancia indemostrable por definición. Y asevera interpretar a ese pueblo que salió a demostrar su descontento en octubre de 2019, aunque ella no comparta de ninguna manera las insuficiencias y necesidades que viven las grandes mayorías del país.
Por todo esto creo que ese castillo de naipes populista (no es el único) -el “jilismo” podemos denominarlo- se derrumbará con el paso de las semanas por efecto de su falta de sustancia real.
Tenemos que concluir, por arduo que esto sea, que una necesidad de primer orden para Chile es buscar e impulsar una candidatura presidencial que pueda conducir al país a otro estado de cosas. El cambio que debemos transitar es muy considerable y complejo.
Evidentemente la derecha es incapaz de gobernar con efectividad en esta coyuntura; eso está archi demostrado a estas alturas. Menos aún será capaz de hacerlo en el complejo escenario que se bosqueja en el futuro próximo (me refiero al cercanísimo 2022).
En consecuencia, centro e izquierda deben buscar una fórmula de unidad en torno a un candidato o candidata que asegure su autonomía de los poderosos intereses económicos (nacionales e internacionales) y los mezquinos intereses de los actuales partidos políticos (manejados como sociedades anónimas por sus accionistas mayoritarios).
Hay varios candidatos presidenciales que hablan de cambios, pero sabemos estarán prestos para arrodillarse a los pies de las transnacionales y ofrecer sus buenos oficios para detener el proyecto de royalty minero, la renacionalización del cobre, los impuestos a los más ricos, las políticas sociales redistributivas. Todo aquello que represente un obstáculo para la imposición de la conveniencia de los poderosos.
Es un momento que requiere a una figura política que asuma el riesgo de conducir al país a través de los retorcidos laberintos que los poderes fácticos opondrán a los cambios profundos que Chile necesita con urgencia. Con equilibrio, unidad, firmeza, mesura, autonomía. Las coyunturas hacen a las personas. Estoy seguro de que esa figura se estará moldeando en estos momentos difíciles.
De dónde vendrá, no está claro todavía. Pero si sé que no emergerá desde el populismo (cuya victoria nos hundiría de manera inevitable en una crisis aún peor y quizás en alguna variante de fascismo), ni de los siervos del neoliberalismo (la historia nos ha mostrado con nitidez quiénes son), ni de los predicadores revolucionaristas sonoros y trasnochados.
Las palabras claves son -disculpen la majadería-: unidad, firmeza, mesura, autonomía, perseverancia, transparencia. Hay que escuchar con atención a quien pronuncie esas palabras, más que solo proclamar la conveniencia de respaldar sus propias candidaturas o las cantinelas del populismo burdo y barato.

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