Plaza de la Dignidad al amanecer del 4 de julio de 2021. Autor: Hoja en Blanco
Lo acontecido en el día de ayer – 4 de julio de 2021- fue cruzar el umbral de lo imposible. En una jornada épica para el país, por primera en su historia se instaló una Convención Constituyente, una Asamblea del Pueblo, producto de las luchas sociales. Una reunión de constituyentes que fue electa democráticamente para redactar su Carta Magna de manera paritaria, con la participación de los pueblos originarios y una mayoría relevante de independientes venida de múltiples organizaciones de base.
No obstante, no se instaló un nuevo Chile, sino que muchos Chile, venidos del norte con voces quechuas, aimaras, changos, atacameños, collas; muchos Chile que traían el rumor del océano con los rapa nui y llevaban el grito libertario del Wallmapu mapuche y del sur profundo del olvido, kawashkar y yagán. Llegaron muchos Chile a la cita: los pobladores, los de las ollas comunes, los académicos, los artistas, los políticos de las izquierdas y de las derechas. Los Chile de las feministas, de la diversidad sexual y de los de la revuelta social del 18 de octubre del 2019.
Todas y todos llegaron al ex Congreso marchando desde la Plaza Dignidad y del cerro Huelén, donde la nación Mapuche hizo tempranamente una rogativa por todos los pueblos chilenos. Era la cita con la historia de las mujeres y hombres de esta tierra. Miles acompañaron a sus representantes de la asamblea popular y democrática.
Desde este 4 de julio se dio el primer paso para un cambio civilizatorio, a un nuevo Estado Cultural. “El Chile que soñamos ser” – ideas venidas de la Corporación Hoja en Blanco- comenzaba tomar cuerpo en la realidad desde la primera página de su hoja en blanco.
Sin embargo, al inicio de la jornada, para recordar que nada iba a ser fácil, las fuerzas represivas inundaron con gases pimienta y bombas lacrimógenas a los manifestantes que se agolpaban en las cercanías del ex Congreso, lugar de la ceremonia de instalación de la Convención Constituyente. Era el Chile que empezaba a despedirse de su muerte anunciada.
La voz del pueblo, entonces, puso sus condiciones y detuvo la puesta en escena. Tres horas más tarde, se reiniciaba la jornada que cumplió con su mandato democrático y eligió a sus dirigentes.
Chile de los nuevos Chiles entonces eligió como presidenta de la Convención Constituyente a Elisa Loncón, dirigente mapuche, como representante de esta nueva época; y a Jaime Bassa, como su vicepresidente, venido de las aulas y de la excelencia académica del Derecho: símbolos del principio.
Sus elecciones enseñaron los primeros saberes como la necesidad de unir ideas y fuerzas; de ejercer la tolerancia con quienes votaron “el rechazo” y su cultura de negación. Hubo que ponerse de acuerdo y entender que el tiempo va ser un largo viaje para llegar a puerto: la Nueva Constitución.
El pueblo está feliz con esta fiesta popular, democrática y republicana. La esperanza y la justicia social golpean las puertas de este momento de la historia. Las fuerzas refractarias intentarán revertirla y crearán gatopardismos, falsas expectativas para oscurecer el encanto de la creación de la democracia participativa que se tomó las calles de los sueños.
El 4 de julio de 2021 se instaló la Convención Constituyente que redactará y sentará las bases de una nueva civilización en el país. El pueblo se emocionó hasta las lágrimas. Su presidenta Elisa Loncón al cierre de su primera sesión recordó a los invisibles, a los olvidados, a los que asesinaron en toda historia de Chile, a los que hicieron posible que este día llegara.
La Convención Constituyente de Chile terminó su jornada gritando “Liberar, liberar, a los presos por luchar”. Las autoridades, Congreso y poder judicial, tienen la palabra para ejecutar la amnistía a los presos políticos por la revuelta que encarcelaron por luchar por una Nueva Constitución. Sería, al menos, escuchar la voz del pueblo.
Lo que en realidad sucedió en este día, en todo caso, -como dijo el actor Alfredo Castro- “Pinochet ha muerto”. Ahora sí. ¡Viva Chile, mierda!
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