Santísima Dignidad (mural del estallido social de octubre de 2019). Autora: Paloma Rodríguez.
“Como el pan de cada día, la Dignidad llegó a la mesa del desayuno de la ciudadanía y, de alguna manera, nos está enseñando a comenzar desde temprano nuestras jornadas con otros aires y sueños más posibles y, principalmente, más necesarios”.
Estamos viviendo un tiempo especial, que nos hacía falta. Algo que, en los últimos años, algunos vemos venir desde el fondo de nuestras sociedades. Las frescas luces de la nueva realidad que acontece entre nosotros muestran un concepto que estaba sin identificarse y que ahora se está desarrollando –como una interrogante de mil respuestas– en nuestras mentes de ciudadanos envueltos en el cambio histórico de los últimos años.
Ese concepto, es la Dignidad. Es, según el diccionario, la “cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen ni degraden”.
Estamos utilizando en estos días, a diestra y siniestra y con plena libertad de comprensión y uso de su significado, el concepto “Dignidad”. Me parece primordial tomarle el verdadero, determinante y profundo peso que el término conlleva. En estos días tan profundamente nuestros, cuando repetimos el término en todas partes y a destajo vale la pena discurrir sobre tan humano término.
Dignidad, antes que todo.
Como el pan de cada día, la Dignidad llegó a la mesa del desayuno de la ciudadanía y, de alguna manera, nos está enseñando a comenzar desde temprano nuestras jornadas con otros aires y sueños más posibles y, principalmente, más necesarios. Por supuesto, con otras expectativas y posibilidades concretas de vivir la vida con una emoción y responsabilidades diferentes. Estamos más despiertos que antes, aún en medio de este aparente desorden histórico pero cuya finalidad última nos estaba haciendo falta con urgencia.
¿Por qué da la impresión de que estamos más dignos?
Porque nos estamos empezando a escuchar. Nos estamos abrazando más. Nos estamos mirando en conjunto. Todo esto va más allá de la simple conversación o el diálogo apurado con los vecinos, los parientes, en el ambiente laboral o en las calles del barrio. Estamos más cerca los unos de los otros, porque tenemos un tema común. ¡Qué importante es eso! Nos faltaba un tema comunitario, estábamos aislados y ahora nos estamos uniendo.
La palabra Dignidad entra esperanzadamente en nuestro léxico diario, en las distintas latitudes. Porque también perdimos el miedo, ese freno incrustado desde la dictadura y que nos inducía hacia el silencio, nos cubría de aparentes indiferencias y nos proyectaba hacia la torpe fórmula de dejar para mañana lo que podríamos discutir hoy. Una especie de obcecada procastinación, pero de décadas.
Los días, semanas y meses que vendrán serán ejemplarizadores. Ha ocurrido siempre, en otros países. El mundo, finalmente, es uno solo y se regala los ejemplos. Está muy repetido ya pero, a fin de solamente citar un ejemplo, quedó desde octubre 2019 en Chile la imagen de los treinta pesos del Metro como chispa que reventó el arsenal de la paciencia. Lejos, en Francia, también en octubre, pero en 2005, reventó otra chispa: dos adolescentes africanos murieron electrocutados en una de las banlieues de París. Huían de la policía por un aparente robo, por entre los pasillos de una subestación eléctrica. Luego, se demostró que eran inocentes y el incidente provocó una de las peores revueltas que se han visto en Francia en los últimos 40 años. Los disturbios abrieron debate sobre la “fractura social” y la falta de justicia social.
Para qué ir más lejos.
La historia, efectivamente, se repite. Son decenas los casos y cito lo que entró en la Historia con el nombre de Primavera Árabe. Una de las chispas (que hubo varias, en diferentes países del continente africano), fue en diciembre de 2010 en Túnez cuando un vendedor ambulante fue despojado por la policía de sus mercancías (como suele ocurrir, lo hemos visto tantas veces) y, en respuesta, se inmoló como forma de protesta. Durante su agonía miles de tunecinos se rebelaron contra las malas condiciones a las que el país estaba sometido, causando un efecto dominó en el resto de las naciones árabes.
¿Les suenan esos ejemplos africanos y árabes?
Comparten, sin más ni más, la importancia primordial de la Dignidad humana, cuya específica representatividad avanza hacia ser suficientemente comprendida. Valorada, por supuesto. Más que la necesidad de equidad, de una genuina actitud democrática y el plebiscito, la Dignidad es fundamental para la existencia humana, en todas sus manifestaciones. De partida, trasciende las diferencias sociales, económicas, étnicas, políticas y todas las demás.
Y empieza a reinar en los nuevos tiempos que deben llegar a este lado del mundo, a como dé lugar.
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