Allende vive en pueblo. Fuente: pressenza.com. Autor: LepetitMorty
Han pasado 113 años desde el nacimiento de Salvador Allende Gossens, el compañero Presidente. Jorge Lillo impregna su poesía de la nostalgia y de la urgente necesidad de su consecuencia en el Chile de hoy.
Y seguimos, pues, Doctor,
carentes de su palabra,
en esta danza macabra
de fraudes y corrupción.
El pueblo, sin dirección,
desperdicia su energía
observando día a día
aflorar la podredumbre.
Sólo resta darle alumbre
al actuar de Fiscalía.
Así es la cosa, Doctor…
¿Su partido?, ¿aquél señero?
…ya no quedan compañeros…,
hoy se tratan de “señor”.
Su palabra, Salvador,
no se cita en esa casa;
pero en las calles y plazas
sigue viviendo su sueño.
Los vendidos tienen dueños
y en su partido se tasan.
¿Su partido? ¡Ni lo diga:
perdió el rumbo de su barco!
Carcomido por el narco,
hoy se rasca la barriga.
Pide alianzas y mendiga
entre quienes lo vendieron,
y el carnaval del dinero
les da el ritmo de la rumba.
Es, al borde de la tumba,
su propio sepulturero.
Aquí estamos, pues, Doctor,
dependiendo de la suerte;
no tenemos un Lafferte,
ni un Grove, ni un Salvador.
En medio de este fragor
en que la repre nos barre,
hace falta un Recabarren,
también un Clotario Blest.
Y el que más falta es usted
pa’ que estas riendas agarre.
Hace falta, Presidente,
su dirección combativa,
seria, certera y altiva
que iba siempre de frente.
Cada día es más patente,
su grandeza, Compañero,
pues el poder del dinero
corrompió los ideales.
Los que usted creyó “leales”
tienen precio o se vendieron.
Sólo el pueblo no lo olvida,
jueves, sábado y lunes,
en medio de ollas comunes
enfrentándose a la vida.
Su palabra esclarecida,
marcaba un rumbo vibrante
y exigía al militante:
“¡consecuencia, compañero”!
Sobre el tiempo y el yuguero,
su ejemplo se alza gigante.
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