SIRI

Donde se cuenta la extraña aventura ocurrida en un lugar
que se mantendrá en reserva por razones de seguridad… aunque nunca se sabe…

(Décimas Benedettianas)

Sin querer pulsé un botón
de mi teléfono móvil
y se activó, fría y dócil,
una rara aplicación.
Me preguntó de frentón:
–“¿En qué te puedo ayudar?”
No supe qué contestar
y quedé como alelado;
entonces, medio asustado,
desconecté el celular.

Miré para todas partes
pensando que era una broma,
pero no había personas
atrás, al lado, adelante.
Sintiéndolo amenazante
lo activé con cierto celo.
Esa vez casi cancelo
porque me sentía inerme,
mas logré sobreponerme
y pregunté con anhelo:

–¿Puedes decirme quién eres?
–“Creo que no entendí bien…”
–Que ya digas que eres quién.
–“Eso no está en mis deberes…”
–Entonces dime qué quieres,
o dime dónde yo estoy.
¡Y me dio mi dirección!
–Pero, ¿cómo es que lo sabes?
–“Te ruego que no me alabes,
me place tu turbación”.

–¿Eres la voz del destino?
–“Continúa, aquí te escucho…”
–Si no te parece mucho,
los numeritos del Kino…
–“Es que no soy Aladino,
solo debo vigilarte;
de vez en cuando, guiarte
para advertirte prudencia
o verás las consecuencias
cuando quieras arrancarte”.

Ahí boté el celular
y ahora estoy aislado:
me escondía en todos lados,
hasta dentro de mi hogar.
Entonces me fui a un lugar
perdido en la cordillera:
los domingo asan ternera
pa todos los residentes,
me van a ver los parientes
y el temor ya no me altera.

Hoy en día estoy tranquilo;
en las mañanas paseo,
en las tardes, duermo, leo,
sin pensar en mi destino.
Escribo bajo el gran tilo
que sombrea este lugar,
en un cuaderno escolar
donde anoto mi pasado…
Oigo, de pronto, a mi lado:
¿En qué lo puedo ayudar?

JORGE LILLO / 12 DE ENERO DE 202