Por Armin Quilaqueo Vergara

Santísima Dignidad. Autora: Paloma Rodríguez (palomarodriguez.cl) Fuente: @periodistafurioso
Ya es hora de liberarnos del “Peso de la Noche” que nos condenó a la pasividad y a la obediencia para terminar haciéndonos culpables de nuestros males y de un futuro limitado pero merecido. Así lo piensa Armin Quilaqueo y por ello nos convoca a hacernos parte, a tomar en nuestras manos el desafío y comprometernos, activamente, en la construcción de ese destino común.
“… se abrirán las grandes alamedas por donde pase el
hombre libre, para construir una sociedad mejor.”
Presidente S. Allende  

Un lejano y pragmático Diego Portales acuñó un designio que nos ha perseguido a lo largo de nuestra historia y que llamó “El Peso de la Noche”, al que definió así: “El orden social se mantiene en Chile por el peso de la noche y porque no tenemos hombres sutiles, hábiles y cosquillosos: la tendencia casi general de la masa al reposo es la garantía de la tranquilidad pública.” Para muchos, entre los que me cuento, las últimas elecciones renovaron las esperanzas de romper ese designio, tras el nuevo escenario histórico que nos coloca en un proceso de transformación sin retorno y que remece los cimientos de la tradición constitucional chilena.

Todo indica que el eje del poder abandonó las viejas estructuras y ese solo hecho puede constituir una probabilidad cierta de correr el cerco de lo posible. Recorrer ese camino no será, como fue en el pasado, bajo la conducción y las definiciones ideológicas de un sistema de partidos fatigado y en franca decadencia.

A partir de los 90’, los partidos políticos renunciaron, progresivamente, a su rol de intermediarios entre el poder y las demandas de la ciudadanía, dejaron de pensar y proponer un proyecto de sociedad, elaborar alternativas para superar las problemáticas de una realidad cada vez más compleja y cambiante. Fue allí donde irrumpieron los ‘centros de estudio’ de lado y lado que se abocaron a pensar la sociedad que se venía y sus desafíos, con rigurosidad, pero también con un alto grado de pragmatismo.

Bajo el laboratorio de los centros de estudio, el Estado pasó a ser funcional para determinados fines superiores y la política una mera expresión práctica de sus elaboradas tesis, en tanto los partidos políticos se vaciaron de contenido y su militancia quedó huérfana y a merced de la confusión que genera una realidad en permanente cambio, que ya no es posible de comprender y abordar bajo la mirada y categorías interpretativas de las viejas ideologías partidistas.  

Como resultado de ese proceso, hoy no nos debería sorprender la desvinculación entre la clase política partidista y la ciudadanía, esta última no solo rechaza su labor sino además está dispuesta a depositar su voluntad soberana en manos de independientes o miembros de organizaciones de la sociedad civil al margen de los partidos políticos. A lo anterior, hay que agregar la ineficacia de la política para resolver las desigualdades e inequidades que ayer eran normalizadas, pero que hoy parecen cada vez más hirientes e intolerables.

A semanas de la instalación del órgano constituyente, los partidos políticos dejan el paso a los independientes y a grupos de la sociedad civil convocados para ese solo efecto. Emergen así nuevos liderazgos que forman parte de un grupo heterogéneo bastante más representativo de la diversidad social presente en el país y, en ese contexto, la correlación de fuerzas y la alineación de posiciones, al parecer, serán determinadas más por la naturaleza de las temáticas que por las posiciones ideológicas, propias de la política tradicional. No debería sorprender entonces, la transversalidad que pudieran tener ciertas materias aún cuando su estipulación concreta, en el texto constitucional, y sus alcances prácticos pudiera ser de más difícil consenso.  

Cualquiera sea el derrotero del proceso constituyente, de aquí en adelante, lo cierto es que la sociedad se verá tensionada y contrariada como un adolescente que está constituyendo su propia identidad y que aspira a la independencia que da la madurez. Las instituciones se verán exigidas y más de alguna disputa veremos tras la irrupción, en el escenario político, de la Convención Constitucional que por su composición pareciera bastante más legitimada y representativa de la diversidad social que caracteriza al Chile real.

Queda poco para evaluar cuánto de ‘cambio’ y cuánto de ‘permanencia’ están dispuestos a imprimir al debate y la deliberación los flamantes constituyentes, pero de algo estoy seguro, ya es hora de liberarnos del Peso de la Noche que nos condenó a la pasividad y a la obediencia, para terminar haciéndonos culpables de nuestros males y de un futuro limitado pero merecido, sin duda para ello es necesario hacernos parte, tomar en nuestras manos el desafío y comprometernos, activamente, en la construcción de ese destino común.